Sábado 25.05.2019 19:30
Café Filosófico N° 961
La Naturaleza según Espinoza
Unos extractos para inicar la reflexión:
Baruch Espinoza (1632-1677) fue un importante filósofo judío holandés. Su familia escapó de Portugal después de que los judíos fueran expulsados en 1498, y el padre de Espinoza (que había llegado de niño) se hizo activo en la comunidad judía de Ámsterdam, donde nació Espinoza. Recibió una educación judía, pero la dejó para trabajar en el negocio de la familia. Después de leer libros de librepensadores, como Descartes, rompió gradualmente con el judaísmo tradicional y comenzó a dudar de la validez de la Biblia. Empezó a dedicarse al estudio de la filosofía, hasta que en 1656, cuando tenía 23 años, la comunidad judía lo excomulgó por sus opiniones heréticas. En los años siguientes vivió en relativo aislamiento, escribió varios ensayos, así como su famoso libro Ética, y mantuvo correspondencia con importantes pensadores como Leibnitz. Se ganaba la vida fabricando lentes e instrumentos ópticos. Aunque le ofrecieron un puesto en la Universidad de Heidelberg, se negó, prefiriendo continuar su vida tranquila y solitaria. Murió a la edad de 44 años de una enfermedad pulmonar, aparentemente como resultado de respirar polvo de vidrio.
En su Ética (1677) Espinoza presenta todo un sistema de metafísica, ética y psicología, escrito como un sistema matemático, como un sistema lógico perfecto hecho de axiomas, pruebas y proposiciones.
El mundo es visto aquí como un sistema determinista donde todo sucede por necesidad, sin oportunidad ni libertad. Ni siquiera Dios está fuera de este sistema: "Dios es naturaleza". Los humanos también son parte de esta realidad determinista, y todas nuestras acciones provienen de causas necesarias. Sin embargo, puedes ser libre en un sentido limitado, en el sentido de que tus acciones pueden provenir de causas que están dentro de ti. En otras palabras, eres libre si tus acciones provienen de tu esencia interna -que es tu poder racional de comprensión- en oposición a las emociones, la ignorancia, etc. Este es el ideal al que el ser humano debe aspirar: desarrollar la capacidad de actuar desde nuestra naturaleza racional interior. Esta es, por lo tanto, la virtud que nos permite tener una comprensión racional de la realidad y, por lo tanto, de Dios. La comprensión racional nos dice que cuidemos de nuestro propio ser racional, pero esto también implica cuidar del ser racional de los demás.
(Fuente: Agora de la Práctica Filosófica: https://www.philopractice.org/web/virtues#Spinoza)
Los siguientes extractos sobre la Naturaleza provienen de su texto:
TRATADO DE LA REFORMA DEL ENTENDIMIENTO
Aquí me limitaré a decir brevemente qué entiendo por verdadero bien y, al mismo tiempo, qué es el bien supremo. Para entenderlo rectamente hay que anotar que bien y mal se dicen sólo relativamente, de tal manera que una misma cosa puede ser llamada buena o mala según las relaciones diversas que se consideran; dígase lo mismo cuando se trata de lo perfecto y de lo imperfecto. En efecto, nada puede ser llamado perfecto o imperfecto si sólo se lo considera en su naturaleza misma, sobre todo una vez que lleguemos a comprender que cuanto acontece se realiza según un orden eterno y según leyes determinadas de la Naturaleza.
Pero, como la debilidad humana no aferra ese orden con el pensamiento y, sin embargo, el hombre concibe una naturaleza humana mucho más fuerte que la suya y no percibe obstáculos que impidan alcanzarla, es incitado a buscar los medios que lo conduzcan a tal perfección. Todo aquello que puede ser un medio para llegar a eso es llamado bien verdadero; y el supremo bien consiste en llegar a gozar de tal naturaleza, si es posible, en la compañía de otros individuos. A su tiempo mostraremos cuál es esa naturaleza; haremos ver que es el conocimiento de la unión que el Alma tiene con toda la Naturaleza.
He ahí, pues, el fin que me propongo: alcanzar tal naturaleza y esforzarme para que muchos la adquieran junto conmigo; es decir, que también forma parte de mi felicidad entregarme a que muchos conozcan lo mismo que yo, para que el entendimiento y el deseo de ellos coincida plenamente con mi entendimiento y con mi deseo. Para que así suceda4 sólo es necesario conocer de la Naturaleza lo que basta para alcanzar tal naturaleza; después, formar una sociedad tal como debe ser deseada para que el mayor número posible alcance el fin de la manera más fácil y segura.
40.
Además, cuanto más cosas conoce el Alma, tanto mejor conoce sus propias fuerzas y el orden de la Naturaleza; y cuanto mejor conoce sus propias fuerzas, tanto más fácilmente puede dirigirse a sí misma y proponerse reglas; y cuanto mejor conoce el orden de la Naturaleza, tanto más fácilmente puede evitarse búsquedas inútiles. Y en eso consiste el Método, según dijimos.
41.
ñádase que con la idea sucede objetivamente lo que sucede con aquello de lo que ella es idea. Por lo tanto, si se diera en la Naturaleza algo que no tuviese ninguna comunicación con otras cosas, y si de ello se diera también una esencia objetiva, que debería convenir totalmente con la esencia formal, no tendría tampoco ninguna comunicación con otras ideas, es decir, nada podríamos concluir de ella. Por el contrario, las cosas que tienen comunicación con otras, como son todas las que existen en la naturaleza, serán conocidas y sus esencias objetivas también, es decir, de ellas se deducirán otras ideas que, a su vez, se comunicarán con otras, y así aumentarán los instrumentos para avanzar. Era lo que intentábamos demostrar.
42.
Además, de lo último que dijimos, o sea, que la idea debe convenir totalmente con su esencia formal, resulta a su vez evidente que, para que nuestra Alma reproduzca por completo el modelo de la Naturaleza, debe hacer proceder todas sus ideas de aquella que reproduce el origen y la fuente de toda la Naturaleza para que ella sea también la fuente de las demás.
58
(…) Pero, como dijimos, cuanto menos conocen los hombres la Naturaleza, tanto más fácilmente pueden figurarse muchas cosas; por ejemplo, que los árboles hablan, que los hombres se transforman de repente en piedras o en fuentes, que en los espejos aparecen fantasmas, que en la nada se hace algo, que hasta los dioses se transforman en bestias y en hombres, e infinitas cosas de tal género.
76.
En lo que atañe al conocimiento del origen de la Naturaleza, no hay que temer que lo confundamos con cosas abstractas, pues cuando algo es concebido abstractamente, como sucede con todos los universales, estas ideas se extienden más allá de los objetos particulares correspondientes que pueden realmente existir en la Naturaleza. Además, como en la Naturaleza se dan muchas cosas cuya diferencia es tan exigua que casi se le escapa al entendimiento, fácilmente (si se las concibe abstractamente) puede suceder que sean confundidas; pero el origen de la Naturaleza, como luego veremos, no puede ser concebido abstractamente, o sea, universalmente, ni puede extenderse en el entendimiento más allá de lo que es realmente, ni tiene semejanza alguna con las cosas que cambian; por lo tanto, no se debe temer ninguna confusión con respecto a su idea, con tal de que mantengamos la norma de la verdad (que ya hemos mostrado). En verdad, este ser es único, infinito, es decir, es todo el ser, fuera del cual no se da ningún ser.