Sábado 09.07.2022 Café Filosófico N° 1028 -Filosofía Antigua:
Vamos a reflexionar hoy sobre la defensa de Sócrates contra las 3 acusaciones presentadas por sus detractores en el juicio en su contra:
1) "Corromper a la juventud con sus ideas"
2) "No creer en los dioses reconocidos por el Estado de Atenas”
3) “Sí reconocer a otros seres espirituales nuevos y ajenos a Atenas” (Apología 24b)
Así como hoy en día se acusa a personas y gobiernos por hechos, por los que otras personas y gobiernos no son acusados, así también en la Atenas de hace más de 2000 años se le acusa a Sócrates por supuestos delitos que él va a tener que refutar uno por uno, pero que en realidad tienen que ver más con el resentimiento que le tienen los acusadores que con las acusaciones en sí.
Por ello es necesario introducirnos un poco en el panorama político y de los personajes del diálogo para “entender” este “juicio”.
El diálogo “La Apología de Sócrates”, consta de 3 discursos. En el primer discurso Sócrates se dirige al jurado y al público para mostrar justamente que en el trasfondo de estas acusaciones, consideradas absurdas incluso en ese entonces, está la animadversión de sus acusadores.
“¡Ciudadanos atenienses! Ignoro qué impresión habrán despertado en ustedes las palabras de mis acusadores. Han hablado de forma tan seductora que, al escucharlas, casi han conseguido deslumbrarme (y convencerme) a mí mismo. (…)
Todos ustedes saben que, tiempo ha, surgieron detractores míos que nunca dijeron nada cierto, y es a éstos a los que más temo, incluso más que al propio Anitos y a los de su comparsa, aunque también ésos sean de cuidado. Pero lo son más, atenienses, los que tomándolos a muchos de ustedes desde niños les persuadían y me acusaban mentirosamente diciendo que hay un tal Sócrates, sabio, que se ocupa de las cosas celestes, que investiga todo lo que hay bajo la tierra y que hace más fuerte el argumento más débil. Éstos, son, de entre mis acusadores, a los que más temo, por la mala fama que me han creado y porque los que los han oído están convencidos de que quienes investigan tales asuntos tampoco creían que existan dioses. Y habría de añadir que estos acusadores son muy numerosos y que me están acusando desde hace muchos años, con la agravante de que se dirigieron a ustedes cuando eran niños o adolescentes y, por ello, más fácilmente manipulables, iniciando un auténtico proceso contra mí, aprovechándose de que ni yo, ni nadie de los que hubieran podido defenderme, estaban presentes.
Y lo más desconcertante es que ni siquiera dieron la cara, por lo que es imposible conocer todos sus nombres, a excepción de cierto autor de comedias (Aristófanes). Ésos, pues, movidos por envidias y jugando sucio, trataron de convencerlos a ustedes para, que una vez convencidos, fueran persuadiendo a otros. Son, indiscutiblemente, difíciles de desenmascarar, pues ni siquiera es posible hacerlos subir a este estrado para que den la cara y puedan ser interrogados, por lo que me veo obligado, como vulgarmente se dice, a batirme contra las sombras y a refutar sus argumentos sin que nadie me replique. (…)
Aclarado esto, es preciso que pase a iniciar mi defensa para intentar extirpar de sus mentes esa difamación que durante tanto tiempo los ha alimentado, y debo hacerlo en tan poco tiempo como se me ha concedido. Esto es lo que pretendo con mi defensa, confiado en que redunde en beneficio mío y en el de ustedes, pero no se me escapa la dificultad de la tarea. Sin embargo, que la causa tome los derroteros que sean gratos a los dieses. Lo mío es obedecer a la ley y abogar por mi causa.
¿Cuál es entonces el contexto de este juicio y de la animadversión contra Sócrates?
El juicio tuvo lugar a inicios del 399 a.C. En la Apología, Sócrates nombra a sus tres acusadores Anito, Meleto y Licón. Anito era uno de los líderes del movimiento democrático que había eliminado por la fuerza el gobierno oligárquico de los Treinta en 404/403 a.C. y restaurado la democracia tradicional ateniense. La acusación de pervertir las mentes de los jóvenes está dirigida claramente a que se le atribuye a Sócrates haber influido en sus alumnos, en especial a su alumno estrella Alcibíades.
Tucídides nos cuenta que Alcibíades azuza a los atenienses a embarcarse en una guerra contra Sicilia (Italia), so pretexto de que hay que ayudar a un grupo de pro-atenienses que ha pedido ayuda para sublevarse allá y que a Atenas no le conviene que los pueblos vecinos bajo influencia espartana se vuelvan demasiado poderosos. A pesar de la oposición entre los atenienses, Alcibíades con su gran labia y capacidad argumentativa logra convencer a los atenienses, los cuales lo terminan aclamando y se embarcan extasiados en esta guerra. Sin embargo, después departir a Sicilia los enemigos de Alcibíades lo acusan de herejía y antes de que él siquiera desembarcar en la península itálica, una nave le da el alcance para informarle de la acusación y hacerlo retornar a Atenas para que sea sometido a juicio. Como este tipo de juicios entonces, al igual que ahora, eran una pantomima para condenar a los enemigos políticos, Alcibíades escapa y se esconde en tierras espartanas. Allí, en un acto que será considerado de traición a la patria por muchos atenienses, ofrece sus conocimientos estratégicos sobre el ejército ateniense a los espartanos para combatir a Atenas. El pretexto sería que el gobierno actual ateniense no sería democrático.
El insólito discurso que Alcibíades da en su defensa ante los espartanos, fue trascrito por Tucídides. En él argumenta más o menos que no es un traidor, sino que:
“El verdadero patriotismo consiste no, en evitar una patria que los ha tratado injustamente, sino en buscar por todos los medios y con todas las fuerzas la forma de recuperarla. Por ello los invito espartanos, a utilizarme, sin reserva de ningún caso, tanto en las fatigas como en los peligros, convencidos de que si como enemigo les he causado daño, como amigo les causaré beneficios análogos.”
De esto se desprende que las enseñanzas de Sócrates en argumentación “sofística” (según sus detractores) habrían apuntalado la caída del gobierno democrático en Atenas y la subida del gobierno de los 30 tiranos (apuntalado por Esparta), pues alumnos de Sócrates como Alcibíades y otros habrían facilitado esto con sus actuaciones.
Acá se plantea el tema de esta noche: ¿Son los maestros culpables de lo que sus alumnos o seguidores hagan, utilizando o evocando sus enseñanzas?
Para Anito sí. Esto es relevante, porque Anito fue desterrado por el gobierno de los 30 Tiranos y sus bienes confiscados, porque fue uno de los políticos más influyentes tras la victoria de los demócratas. En el juicio actuó como representante de los artesanos y de los políticos que se sentían perjudicados por la actividad de Sócrates. Anito fue un opositor radical de los sofistas, entre los cuales él incluía a Sócrates.
El otro acusador de Sócrates era Meleto. ¿Pero quién era Meleto?
. El historiados contemporáneo de Sócrates, Jenofonte, nos habla de Meleto en su Memorabilia (4.4). Meleto había sido uno de los que intrigó para llevar a cabo y concretó además la mutilación del Dios Hermes (415 a.C.), en momentos que Atenas liderada por Alcibíades se preparaba para atacar a su ex-aliado Sicilia. Luego Meleto se exculpa de la acción y acusa a su compañero Andocides IV de haber efectuado esta acción que era castigada con la pena de muerte. Pero ¿Por qué habían mutilado al Dios Hermes? Se trataba de una trama para acusar a su opositor político Alcibíades.
Al respecto el historiador contemporáneo de Platón, Tucídides, cuenta que Alcibíades en debate público había convencido a los atenienses de que la Paz de Nicea (421 a.C.) que había durado durante 7 años entre Sicilia y Atenas había fracasado. Esta paz había sido firmada por un grupo de generales atenienses entre ellos Nicias y León de Salamina y los Sicilianos amigos de Esparta.
Pero Alcibíades ya embarcado al mando de las tropas atenienses hacia Sicilia tiene que abandonar la misión a mitad de camino al entrarse de que sus enemigos políticos en Atenas habían iniciado una acusación contra él por blasfemia al Dios Hermes.
Tenemos entonces en Meleto a alguien que tira la piedra, esconde la mano y acusa a otros de delitos que él mismo ha coadyuvado a que se cometan.
Es decir que hace a otros culpables de sus propios actos. Pues con el fin de atacar los planes belicistas de Alcibíades, Meleto participa con otros de este complot contra Alcibíades. Si bien Alcibiades es acusado de ser el cabecilla de esta mutilación del Dios Hermes queda pendiente quienes lo ayudaron a concretar este acto. Es allí que Meleto interviene y delata a su compañero Andoicides IV y se exculpa a sí mismo. Estos eventos eran ampliamente conocidos por los lectores contemporáneos de Platón y sugiero que deben ser tomados en cuenta cuando Platón los menciona en el diálogo.
Por otra parte, cuando más tarde sube al poder de Atenas el gobierno de los 30 tiranos pro-espartanos, Sócrates, Meleto y dos personas más son convocados por los tiranos para que encuentren y delaten a León de Salamina (uno de los firmantes de la Paz de Salamina), con el fin de expropiarle sus propiedades y ejecutarlo, como hizo este gobierno con gran parte de la oposición democrática que no logró fugarse al exilio a tiempo.
Mientras que Sócrates se niega a participar de este acto vil, Meleto se presta a la delación. Sobre esto vuelve Platón en el diálogo Eutifrón, en el que después de mencionarse la acusación de Meleto, Eutifrón plantea como primera propuesta de “qué es piedad”, aquella que coincide con el accionar de Meleto. Es decir: “Piedad es acusar a toda persona que haya cometido un delito”.
Vemos que esta definición sacada de contexto es absurda.
La acusación de Meleto contra Sócrates, es principalmente la de impiedad y la de tratar de introducir nuevos dioses a Atenas. Esto tiene su origen en que Sócrates enseñaba lo que decían algunos presocráticos como Anaxágoras de Claz que sostenía que el Sol era una piedra candente, lo que se contradecía con la idea de que el sol era del dios Helios
Surge aquí la otra pregunta de la noche: ¿Deben los maestros ocultar información a sus alumnos porque ésta pueda resultar “peligrosa” para los intereses de su familia o de la nación?
Es decir, ¿Deben los profesores dejar de enseñar la teoría del Big Bang y de la evolución de las especies, para que los que creen en la creación de la tierra en 7 días por un dios y en el origen de la humanidad por Adán y Eva, no se vayan a molestar? ¿Deben los profesores dejar de mencionar un día al año en un párrafo el tema de la homosexualidad en los colegios, para que los niños no se vayan a convertir en gays?¿Debe dejarse de enseñar a Marx en los colegios y universidades, para evitar que los alumnos o estudiantes decidan organizarse y tratar de derrocar el gobierno para imponer una revolución comunista?
Sócrates trata de aclarar esto en su defensa contra Meleto en el juicio con respecto a la impiedad:
—Ah, sorprendente Meleto, ¿para qué dices semejantes extravagancias? ¿O es que no considero dioses al Sol y la Luna, como creen el resto de los hombres?
—¡Por Zeus! Sépanlo, oh jueces, lo que él dice: El Sol es una piedra y la Luna es tierra.
—¿Te crees que estás acusando a Anaxágoras, mi buen Meleto? ¿O desprecias a los presentes hasta el punto de considerarlos tan poco eruditos que ignoren los libros de Anaxágoras de Clazomenas (Turquía) llenos de tales teorías? Y, más aún, ¿los jóvenes van a perder el tiempo escuchando de mi boca lo que pueden aprender por menos de un dracma, comprándose estas obras en cualquiera de las tiendas que hay junto a la orquesta y poder reírse después de Sócrates si éste pretendiera presentar como propias estas afirmaciones, sobre todo y, además, siendo tan desatinadas?
Para Sócrates la respuesta obviamente es: NO. Y así va refutando las acusaciones en su contra una a una, pero igualmente es condenado a muerte, porque esta sentencia ya estaba decidida antes de que empezara el juicio, como vemos que sucede con los resultados de las investigaciones que realiza el congreso o los medios de comunicación masiva hoy en día.
Cuando Meleto alega que Sócrates corrompe a los jóvenes atenienses, no puede proporcionar ningún motivo de por qué lo haría. Sócrates argumenta en su contra que si hiciera algo así, en todo caso lo haría sin darse cuenta, porque nadie haría el mal en forma intencional a aquellos que viven a su alrededor, porque se pondría en situación de peligro a sí mismo.
Sobre la acusación de que Sócrates no creía en los dioses de Atenas, sino en seres espirituales nuevos, Sócrates induce a Meleto a que acepte que los espíritus son descendientes de los dioses. Luego, si nadie cree en flautas que toquen sin un flautista, ni en hijos de caballos sin la existencia previa de caballos, entonces ¿cómo podría Sócrates creer en espíritus descendientes de los dioses sin creer en los dioses? Meleto permanece callado frente a casi todas las repreguntas de Sócrates, por lo que se da a entender que no tiene respuestas que brindar a los argumentos de Sócrates. O no le interesa darlas, porque como es un juicio político, poco importa loque Sócrates pueda decir en su defensa.
Sócrates, sin embargo, asume su condena a muerte por el tribunal del nuevo gobierno democrático, porque este jurado por lo menos es legítimo, al contrario de la tiranía previa. A pesar de que él mismo no es directamente responsable de lo que sus alumnos hagan con sus enseñanzas, Sócrates juzga, que de suponerse que él efectivamente cooperó a través de Alcibíades y otros a que Atenas cayera bajo el dominio tiránico espartano, entonces la sentencia que fue dictada contra él, sería justa. Y si el jurado no quiere ser inconsecuente, en tal caso tampoco le tocaría a Sócrates solicitar que se le baje la pena.
Quedan así abiertos estos temas: ¿Son los maestros culpables de lo que sus alumnos o seguidores hagan, utilizando o evocando sus enseñanzas? ¿Deben los maestros ocultar información a sus alumnos porque ésta pueda resultar “peligrosa” para los intereses de su familia o de la nación?
Sábado 16.07
Café Filosófico Clásico (tema a ser elegido democráticamente en la sesión del 09.07.2022)
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