Sábado 13.07.2019 19:30
Café Filosófico N° 967
EL ESPACIO PÚBLICO Y EL ESPACIO PRIVADO EN HANNAH ARENDT
Algunos extractos para motivar a la reflexión:
La vita activa - la vida humana que se dedica activamente a hacer algo - siempre está enraizada en un mundo de hombres y de cosas hechas por el hombre que nunca deja o trasciende por completo. Las cosas y los hombres forman el entorno para cualquier actividad humana, y no tendría sentido sin esa ubicación. Sin embargo, este entorno -el mundo en el que nacemos- no existiría sin la actividad humana que lo produjo, como en el caso de las cosas fabricadas; sin la actividad humana que se ocupa de éste, como en el caso de las tierras cultivadas; o sin la actividad humana que lo estableció a través de la organización, como en el caso del cuerpo político. Ninguna vida humana es posible, ni siquiera la vida del ermitaño en la naturaleza en estado salvaje, sin un mundo que testifique directa o indirectamente la presencia de otros seres humanos.
Todas las actividades humanas están condicionadas por el hecho de que los hombres viven juntos, pero es solo la acción, la que no puede ser nisiquiera imaginada fuera de la sociedad de los hombres. La actividad de la labor no necesita la presencia de otros, aunque alguien que trabajase en completa soledad no sería humano sino un animal laborans [animal laborador] en el sentido más literal de la palabra. El hombre que trabaja y fabrica y construye un mundo habitado sólo por él mismo, seguiría siendo un fabricante, aunque no un homo faber, ya que perdería su cualidad específicamente humana y sería en cambio un dios, un demiurgo divino como Platón lo describió en uno de sus mitos. (...) Solo la acción es el privilegio exclusivo del hombre. Ni una bestia ni un dios es capaz de ello, y sólo la acción depende enteramente de la presencia constante de otros.
(Traducción adaptada por: https://philopractice.org/web/arendt-sobre-la-vida
(…)
5. La polis y la familia
Si bien es cierto que la identificación y el concepto erróneo de las esferas política y social es tan antiguo como la traducción de las expresiones griegas al latín y su adaptación al pensamiento cristiano-romano, la confusión todavía es mayor en el empleo y entendimiento moderno de la sociedad. La distinción entre la esfera privada y pública de la vida corresponde al campo familiar y político, que han existido como entidades diferenciadas y separadas al menos desde el surgimiento de la antigua ciudad-estado; la aparición de la esfera social, que rigurosamente hablando no es pública ni privada, es un fenómeno relativamente nuevo cuyo origen coincidió con la llegada de la Edad Moderna, cuya forma política la encontró en la nación-estado.
Lo que nos interesa en este contexto es la extraordinaria dificultad que, debido a este desarrollo, tenemos para entender la decisiva división entre las esferas pública y privada, entre la esfera de la polis y la de la familia, y, finalmente, entre actividades relacionadas con un mundo común y las relativas a la conservación de la vida, diferencia sobre la que se basaba el antiguo pensamiento político como algo evidente y axiomático. Para nosotros esta línea divisoria ha quedado borrada por completo, ya que vemos el conjunto de pueblos y comunidades políticas a imagen de una familia cuyos asuntos cotidianos han de ser cuidados por una administración doméstica gigantesca y de alcance nacional. El pensamiento científico que corresponde a este desarrollo ya no es ciencia política sino «economía nacional» o «economía social» o Volkswirtschaft, todo lo cual indica una especie de «administración doméstica colectiva»; el conjunto de familias económicamente organizadas en el facsímil de una familia superhumana es lo que llamamos «sociedad», y su forma política de organización se califica con el nombre de «nación». Por lo tanto, nos resulta difícil comprender que, según el pensamiento antiguo sobre estas materias, la expresión «economía política» habría sido una contradicción de términos: cualquier cosa que fuera «económica», en relación a la vida del individuo y a la supervivencia de la especie, era no política, se trataba por definición de un asunto familiar.
Históricamente, es muy probable que el nacimiento de la ciudad-estado y la esfera pública ocurriera a expensas de la esfera privada familiar. Sin embargo, la antigua santidad del hogar, aunque mucho menos pronunciada en la Grecia clásica que en la vieja Roma, nunca llegó a perderse por completo. Lo que impedía a la polis violar las vidas privadas de sus ciudadanos y mantener como sagrados los límites que rodeaban cada propiedad, no era el respeto hacia dicha propiedad tal como lo entendemos nosotros, sino el hecho de que sin poseer una casa el hombre no podía participar en los asuntos del mundo, debido a que carecía de un sitio que propiamente le perteneciera. Incluso Platón, cuyos esquemas políticos preveían la abolición de la propiedad privada y una extensión de la esfera pública hasta el punto de aniquilar por completo a la primera, todavía habla con gran respeto de Zeus Herkeios, protector de las líneas fronterizas, y califica de horoi, divinas, a las fronteras entre estados, sin ver contradicción alguna.
El rasgo distintivo de la esfera doméstica era que en dicha esfera los hombres vivían juntos llevados por sus necesidades y exigencias. Esa fuerza que los unía era la propia vida -los penates, dioses domésticos, eran, según Plutarco, «los dioses que nos hacen vivir y alimentan nuestro cuerpo»-, que, para su mantenimiento individual y supervivencia de la especie, necesita la compañía de los demás. Resultaba evidente que el mantenimiento individual fuera tarea del hombre, así como propia de la mujer la supervivencia de la especie, y ambas funciones naturales, la labor del varón en proporcionar alimentación y la de la hembra en dar a luz, estaban sometidas al mismo apremio de la vida. Así, pues, la comunidad natural de la familia nació de la necesidad, y ésta rigió todas las actividades desempeñadas en su seno.
La esfera de la polis, por el contrario, era la de la libertad, y existía una relación entre estas dos esferas, ya que resultaba lógico que el dominio de las necesidades vitales en la familia fuera la condición para la libertad de la polis. (…)
Lo que dieron por sentado todos los filósofos griegos, fuera cual fuera su oposición a la vida de la polis, es que la libertad se localiza exclusivamente en la esfera política, que la necesidad es de manera fundamental un fenómeno prepolítico, característico de la organización doméstica privada,.
Hannah Arendt. La condición humana
¿Cuándo somos libres?
Nuevo post en Agora sobre Hannah Arendt y la relación entre actuar y ser libre:
"A diferencia del juicio del intelecto que precede a la acción, y a diferencia del mandato de la voluntad que la inicia, el principio inspirador se manifiesta plenamente sólo en el acto mismo de ejecución. Sin embargo, mientras que un juicio puede perder su validez, y la fuerza de la voluntad puede agotarse durante la ejecución del acto, el principio que inspiró el acto no pierde nada ni en fuerza ni en validez a través de la ejecución. A diferencia de su objetivo, el principio de una acción puede repetirse una y otra vez. Es inagotable y, a diferencia de su motivo, la validez de un principio es universal. No está ligado a ninguna persona en particular ni a ningún grupo en particular. Sin embargo, los principios se manifiestan sólo a través de la acción. Se manifiestan en el mundo mientras dure la acción, y no más. (...)
La libertad o su opuesto aparecen en el mundo siempre que tales principios son actualizados. La aparición de la libertad, como la manifestación de los principios, coincide con el acto ejecutor.
Los hombres SON libres (...) mientras actúan, ni antes ni después. Porque ser libre y actuar son lo mismo. "
English version: http://philopractice.org/web/arendt
(Dibujo por Agueda Noriega)