Sábado 14.09.2019 19:30
Café Filosófico N° 973
LA SUBJETIVIDAD DE LOS VALORES
LA ENTRADA ES LIBRE Y EL CAFE ES GRATIS.
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Fecha: Sábado 14 de setiembre 2019
Hora: 19:30
Lugar: Jr. Ugarteche 181, Pueblo Libre
Café Filosófico N° 973: La subjetividad de los valores
Algunas citas para la reflexión
"La moralidad no consiste en relaciones que son objeto de la ciencia, sino que, bien examinado, prueba también con igual certeza que tampoco consiste en hechos que puedan ser descubiertos por el entendimiento. Esta es la segunda parte de nuestro argumento, y si podemos hacer esto evidente nos será posible concluir que la moralidad no es un objeto de razón. Pero ¿puede existir alguna dificultad para probar que el vicio y la virtud no son hechos cuya existencia podamos inferir por la razón? Tomemos una acción que se estima ser viciosa: el asesinato intencional, por ejemplo. Examinémoslo en todos sus aspectos y veamos si se puede hallar algún hecho o existencia real que se llame vicio. De cualquier modo que se le considere, sólo se hallan ciertas pasiones, motivos, voliciones y pensamientos. No existen otros fenómenos en este caso. El vicio nos escapa enteramente mientras se le considere como un objeto. No se le puede hallar hasta que se dirige la reflexión hacia el propio pecho y se halla un sentimiento de censura que surge en nosotros con respecto a la acción. Aquí existe un hecho; pero es objeto del sentimiento, no de la razón. Está en nosotros mismos, no en el objeto."
HUME, David, Tratado de la naturaleza humana
“Si alguien le diera como tarea a todos los seres humanos de la tierra que escogieran las mejores normas morales y costumbres de todas los existentes, estos analizarían todas y cada uno elegiría la de su pueblo. Es así de fuerte la creencia de cada pueblo de que sus normas morales son de lejos las mejores.(…) El hecho de que todos los hombres piensen así de sus normas morales y costumbres se desprende de diferentes testimonios, entre ellos el siguiente: Una vez, cuando Darío era rey, hizo llamar a todos los griegos (Helenos) que estaban cerca de él y les preguntó a qué precio estarían dispuestos a comerse los cadáveres de sus padres. Y éstos le dijeron que a ningún precio lo harían. A continuación Darío hizo llamar a los calatios, un pueblo de la India, que se come a sus muertos y les preguntó a qué precio estarían dispuestos a incinerar a sus padres, y estos a gritos, le pidieron que no dijera cosas impías. Así son pues las creencias con respecto a las normas morales y las costumbres y parece que Píndaro tiene razón cuando dice que la costumbre reina entre los hombres.”
HERODOTO, Los nueve libros de la historia
“Pronunciémosla, esa nueva exigencia: necesitamos una crítica de los valores morales, hay que poner alguna una vez en cuestión el valor de esos valores; y para eso hace falta un conocimiento de las condiciones y circunstancias en que han surgido, se han desarrollado y han ido desplazándose (la moral como consecuencia, como síntoma, como máscara, como tartufería, como enfermedad, como malentendido; pero también la moral como causa,como remedio, como estimulante, como estorbo, como veneno), un conocimiento que hasta ahora nunca existió, que ni siquiera se ha deseado. Se tomaba el valor de estos «valores» como algo dado, como un hecho, como algo situado más allá de todo cuestionamiento; hasta ahora, tampoco se ha dudado ni vacilado siquiera remotamente en atribuir al hombre «bueno» un valor superior al del hombre «malo», un valor superior en el sentido del favorecimiento, la utilidad, la prosperidad del hombre en general (incluido el futuro del hombre). ¿Y si lo contrario fuese la verdad? ¿Y si en lo «bueno» hubiese también un síntoma de retroceso, e igualmente un peligro, una tentación, un veneno, un narcoticum mediante el cual el presente viviese a costa del futuro? Tal vez más cómodamente, más Ubre de peligros, pero también con un estilo menor, inferior... De modo que precisamente la moral tendría la culpa de que nunca se alcanzase un poder y un esplendor supremos, posibles en sí mismos, de la especie humana. De modo que precisamente la moral sería el peligro de todos los peligros...”
NIETZSCHE, Friedrich, La genealogía de la moral
“Durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que les obligue a todos al respeto están en aquella condición que se llama guerra; y una guerra como de todo hombre contra todo hombre. Pues la guerra no consiste sólo en batallas, o en el acto de luchar; sino en un espacio de tiempo donde la voluntad de disputar en batalla es suficientemente conocida [...]. Lo que puede en consecuencia atribuirse al tiempo de guerra, en el que todo hombre es enemigo de todo hombre, puede igualmente atribuirse al tiempo en que los hombres también viven sin otra seguridad que la que les suministra su propia fuerza y su propia inventiva [...]. De esta guerra de todo hombre contra todo hombre, es también consecuencia que nada puede ser injusto. Las nociones de bien y mal, justicia e injusticia, no tienen allí lugar. Donde no hay poder común, no hay ley. Donde no hay ley, no hay injusticia. Es consecuente también con la misma condición que no haya propiedad, ni dominio, ni distinción entre mío y tuyo; sino sólo aquello que todo hombre pueda tomar.”
HOBBES, Thomas, Leviatán
“Espero haber dejado clara la distinción entre una revolución científica y la revolución ideológica que a veces puede darse ligada a aquélla. La revolución ideológica puede contribuir a la racionalidad o, por el contrario, puede socavarla. Pero a menudo no es otra cosa que una moda intelectual.
Aun cuando se dé en unión a una revolución científica, puede ser enormemente irracional romper conscientemente con la tradición. Pero una revolución científica, por radical que sea, no puede en realidad romper con la tradición, pues debe preservar el éxito de las teorías que la han precedido. Por esta razón las revoluciones científicas son racionales.
Con esto no quiero decir, por supuesto, que los grandes científicos que hacen la revolución sean, o deban ser seres completamente racionales. Al contrario: aunque he defendido la racionalidad de las revoluciones científicas, mi conjetura es que si los científicos debieran ser personalmente «Objetivos y racionales» en el sentido de «imparciales y distantes», un obstáculo insalvable obstruiría el progreso de la ciencia.”
POPPER, Karl, El mito del marco común