Café Filosófico-Histórico Nº 1053:
PLATÓN: EUTIFRÓN:
¿PODEMOS CONOCER CUÁL ES LA VOLUNTAD DE LOS DIOSES? ¿QUIÉN DETERMINA CUÁL ES LA JUSTICIA DIVINA?
Un tema siempre actual, pues tanto grupos religiosos como político religiosos en Atenas hace 2400 años, como en el mundo contemporáneo ahora se atribuyen saber cuál sería la voluntad/justicia divina. Adjuntamos un texto para la reflexión.
Entrada Libre. Café gratis.
¿PODEMOS CONOCER LA VOLUNTAD DE LOS DIOSES?
Dra. Carmen Zavala
A propósito del diálogo “Eutifrón” de Platón.
“¿Podemos conocer la voluntad de los Dioses?” Esta es la pregunta de fondo del diálogo Eutifrón y que es respondida de manera negativa por Sócrates, por lo que el diálogo ha sido poco tratado, en especial por pensadores religiosos.
Como es costumbre en Platón, el diálogo no plantea una pregunta abstracta sino que plantea la relevancia de la pregunta en contextos específicos.
El diálogo comienza con Sócrates frente al Pórtico de los Reyes, donde ha sido informado de la acusación formal que el joven Meleto ha interpuesto contra él por impiedad y que es el inicio del juicio que lo condenará muerte. Esto indica el interés personal y auténtico de Sócrates en el tema, que no es una mera elucubración metafísica abstracta.
Allí Sócrates se encuentra con Eutifrón quien le pregunta a Sócrates qué es lo que hace allí.
Sócrates le cuenta de la acusación que le ha hecho este joven desconocido Meleto y dice admirar a Meleto pues parece que Meleto piensa que sabe cómo se puede corromper a los demás jóvenes y también sabe quiénes son los que lo corrompen. Y además afirma Sócrates irónicamente, que Meleto parece estar realmente preocupado por defender a la juventud ateniense y coadyuvar a una nueva generación de ciudadanos atenienses puros.
Por su parte Eutifrón le cuenta a Sócrates que está allí para acusar a su padre por asesinato:
“Como explotamos una tierra en Naxos, estaba allí (un jornalero) a sueldo con nosotros. Habiéndose emborrachado e irritado con uno de nuestros criados, lo degolló. Así pues, mi padre mandó atarlo de pies y manos y echarlo a una fosa, y envió aquí a un hombre para informarse del vidente sobre qué debía hacer. En este tiempo se despreocupó del hombre atado y se olvidó de él en la idea de que, como homicida, no era cosa importante si moría. Es lo que sucedió. Por el hambre, el frío y las ataduras murió antes de que regresara el enviado de visitar al vidente. A causa de esto, están irritados mi padre y los otros familiares porque yo, por este homicida, acuse a mi padre de homicidio; sin haberlo él matado, dicen ellos, y si incluso lo hubiera matado, al ser el muerto un homicida, no había necesidad de preocuparse por un hombre así. Pues es impío que un hijo lleve una acción judicial de homicidio contra su padre. Saben mal, Sócrates, cómo es lo divino acerca de lo pío y lo impío.” (4 c-e)
Como del relato de Eutifrón se desprende que él tiene la certeza de saber qué es pío y qué es impío, Sócrates le pide convertirse en su discípulo, para que ya no se le pueda acusar a Sócrates mismo de corromper a sus discípulos, sino que siendo Sócrates discípulo ahora de Eutifrón la culpa se traspasaría a él.
Con esta propuesta Sócrates se burla en realidad del argumento de que la culpa de una persona corrupta la pueda tener su supuesto maestro y en general a echarle la culpa a otros por las acciones propias.
De allí se inicia una discusión sobre qué es la piedad.
La primera definición que propone Eutifrón, es que piedad es acusar a toda persona que haya cometido un delito, con lo que se está poniendo a sí mismo como ejemplo de piedad. Pero este ejemplo no es una definición general
La segunda definición de Eutifrón es que la piedad es lo que agrada a los dioses. Pero hay muchos dioses ¿cómo evitar entrar en contradicciones entre lo que agrada a uno o a otro dios?
La tercera definición de Eutifrón, es que la piedad es lo que agrada a todos los dioses. Esta definición precisa el problema, ya planteado por las primeras dos definiciones: ¿Lo que agrada a Dios son los actos buenos o los actos buenos son buenos porque agradan a Dios?
Si los actos que agradan a Dios son los actos buenos en sí, entonces estos son buenos en sí independientemente de que agraden o no a Dios.
Si lo que determina que un acto sea bueno, es que Dios lo considera así, entonces dependeríamos de nuestro conocimiento de lo que pueda agradar a Dios para saber si un acto es bueno o no. ¿Pero quién es el intérprete autorizado de la voluntad divina y en base a qué podemos suponer que él correcto intérprete de Dios?
Antes de entrar en los detalles de las argumentaciones planteadas, voy a proponer volver al inicio de la cuestión, que son los dos juicios que han llevado a Sócrates y a Eutifrón respectivamente a encontrarse frente a la máxima instancia judicial (y penal) de Atenas.
El caso de Sócrates es la acusación de impiedad de Meleto a Sócrates.
Pero ¿quién es Meleto? Cuáles son sus antecedentes. El historiados contemporáneo de Sócrates, Jenofonte nos habla de Meleto en su Memorabilia (4.4). Meleto había sido uno de los que intrigó para llevar a cabo y concretó además la mutilación del Dios Hermes (415 a.C.), en momentos que Atenas se preparaba para invadir a su ex -aliado Sicilia. Luego Meleto se exculpa de la acción y acusa a su compañero Andocides IV de haber efectuado esta acción que era castigada con la pena de muerte. Pero ¿Por qué habían mutilado al Dios Hermes? Se trataba de un trama para acusar a su opositor político Alcibíades
Al respecto el historiador contemporáneo de Platón, Tucídides cuenta[1] que Alcibíades en debate público había convencido a los atenienses de que la Paz de Nicea (421 a.C.) que había durado durante 7 años entre Sicilia y Atenas había fracasado. Esta paz había sido firmada por un grupo de generales atenienses entre ellos Nicias y León de Salamina y los Sicilianos amigos de Esparta.
Pero Alcibíades tiene que abandonar la misión embarcado ya al mando de las tropas atenienses a mitad de camino al entrarse de que sus enemigos políticos en Atenas habían iniciado una acusación contra él por blasfemia al Dios Hermes.
Tenemos entonces en Meleto a alguien que tira la piedra y esconde la mano,
Es decir que hace a otros culpables de sus propios actos. Pues con el fin de atacar los planes belicistas de Alcibíades, Meleto participa con otros de este complot contra Alcibíades. Si bien Alcibiades es acusado de ser el cabecilla de esta mutilación del Dios Hermes queda pendiente quienes lo ayudaron a concretar este acto. Es allí que Meleto interviene y delata a su compañero Andoicides IV y se exculpa a sí mismo. Estos eventos eran ampliamente conocidos por los lectores contemporáneos de Platón y sugiero que deben ser tomados en cuenta cuando Platón hace referencia a estos personajes en el diálogo.
Por otra parte cuando más tarde sube al poder de Atenas el gobierno de los 30 tiranos pro-espartanos Sócrates, Meleto y dos personas más son convocados por los tiranos para que encuentren y delaten a León de Salamina (uno de los firmantes de la Paz de Salamina), con el fin de expropiarle sus propiedades y ejecutarlo, como hizo este gobierno con gran parte de la oposición que no logró fugarse al exilio a tiempo.
Mientras que Sócrates se niega a participar de este acto vil, Meleto se presta a la delación.
Tenemos entonces que la primera propuesta de piedad de Eutifrón coincide con el accionar de Meleto. Esta definición es “piedad es acusar a toda persona que haya cometido un delito”.
Meleto efectivamente acusa correctamente a Andocides de haber mutilado al Dios Hermes, pero omite decir que él mismo Meleto también era parte de esa conspiración. Meleto delata también a León de Salamina ante los 30 tiranos, obviando el hecho de que los tiranos son unos asesinos corruptos que han tomado el poder por la fuerza y reducido los derechos de los Atenienses y que el único motivo por el que buscaban al demócrata León de Salamina era para quitarle sus bienes y ejecutarlo por venganza política.
Análogamente Eutifrón quiere enjuiciar a su padre por haber dejado morir por descuido en un calabozo a un empleado suyo, al cual había encerrado allí porque en una borrachera había asesinado a uno de sus esclavos.
No toma en cuenta Eutfrón que acusar a su padre es también una traición a la confianza de su padre y a los lazos que los unen.
Sócrates trae a colación este punto al final del diálogo cuando después de haber analizado todas las propuestas de definición de “lo pío” por parte de Eutifrón, Sócrates le dice a Eutifrón:
“Por tanto, tenemos que examinar otra vez desde el principio qué es lo pío, porque yo, en lo que de mí depende, no cederé hasta que lo sepa. No me desdeñes, sino aplica, de todos modos, tu mente a ello lo más posible y dime la verdad. En efecto, tú lo conoces mejor que ningún otro hombre y no se te debe dejar ir, como a Proteo, hasta que lo digas. Porque si tú no conocieras claramente lo pío y lo impío, es imposible que nunca hubieras intentado a causa de un asalariado acusar de homicidio a tu viejo padre, sino que hubieras temido ante los dioses arriesgarte temerariamente, si no obrabas rectamente, y hubieras sentido vergüenza ante los hombres. Por ello, sé bien que tú crees saber con precisión lo que es pío y lo que no lo es. Así pues, dímelo, querido Eutifrón, y no me ocultes lo que tú piensas que es.
A esto Eutifrón huye de la escena respondiendo que está apurado y se marcha.
Es muy probable que este caso de la denuncia de Eutifrón de querer castigar al padre que dejó morir por descuido al hombre que en una borrachera por una discusión asesinó a un esclavo esté haciendo referencia también a otro conflicto muy conocido en la época.
Meleto había querido impedir que Alcibíades partiera a atacar a los sicilianos amigos de Esparta. Cuando finalmente las tropas atenienses llegan a Sicilia lideradas por Nicias sufren una terrible derrota frente a las tropas espartanas.
Las tropas atenienses sedientas se aproximan a un río y se desbandan a tomar agua e incluso se matan en grescas y se pisotean a muerte unos a otros para tomar el agua del río. En esa situación de caos los espartanos le dan el golpe final a los atenienses y los masacran por cientos, pues en total eran 7000 soldados atenienses allí. Nicias se acerca al jefe espartano Gilipo para rendirse, confiando en su antigua relación cuando firmaron la Paz 7 años atrás. Y le pide al jefe espartano que hagan con él lo que buenamente quieran, pero que dejen de masacrar a sus hombres y los tomen más bien como prisioneros y tal vez puedan los atenienses resarcir el daño que le hicieron a los sicilianos. Gilipo acepta para la carnicería y toma prisioneros a los sobrevivientes.
Pero por diversas intrigas matan a Nicias y la mayoría de los prisioneros muere a los 70 días por desnutrición y abandono en la prisión en la que estaban.
Es posible que Sócrates haya querido trazar una analogía a esta famosa muerte por inanición de los soldados atenienses que habían ido a atacar a Sicilia.
Y queda entonces abierta la pregunta por la voluntad de los dioses, es decir, si estos estaban a favor de los atenienses, o a favor de los sicilianos o a favor de los espartanos, siendo que estos grupos tenían dioses comunes, así como también deidades particulares. Los hechos que allí sucedieron ¿se pueden juzgar por ser justos o injustos en sí, o su justicia depende de lo que los intérpretes de los dioses digan que los dioses piensan?
La referencia al final a Proteo nos abre una clave de interpretación del diálogo, ya que se le menciona en la reflexión final de Sócrates.
Proteo es una de las varias deidades llamadas por Homero en la Odisea ‘anciano hombre del mar”. Se decía que podía predecir el futuro, aunque, en diversas culturas, cambiaba de forma para evitar tener que hacerlo, contestando sólo a quien era capaz de capturarlo
El historiador contemporáneo de Sócrates, Herodoto, cuenta que Proteo era un rey egipcio implicado en una versión muy conocida de la Guerra de Troya, distinta a la de Homero. Según esta otra versión, que Herodoto dice que Homero tiene que haber conocido, Paris rapta a Helena de Esparta, pero los vientos llevan a su barco en dirección a Egipto. En Egipto los esclavos de Paris lo abandonan y delatan alas autoridades. Cuando el rey Proteo se entera del caso, decide tomar a Helena y recuperar el tesoro que Paris le habría robado a Melenao con la intención de devolverle a Melenao a Helena y al tesoro en cuanto Melanao llegara. Mientras tanto los troyanos fueron acusados de tener cautiva a helena y no tuvieron modo de probar que no era así. Recién una vez arrasada Troya se convencieron de que los troyanos estaban diciendo la verdad. Un poco como el asunto del rumor de las armas químicas previo a la invasión norteamericana en Irak.
Finalmente Melenao llega a Egipto a la corte de Proteo y se vuelve a reunir con Helena.
Esta versión de la guerra de Troya difiere de la de Homero y en ambas son diferentes papeles los que los diferentes dioses supuestamente juegan en el relato.
La referencia a Proteo abre la pregunta sobre ¿por qué atribuirle a otros, ya sea dioses o humanos, la culpa de nuestras acciones? ¿con qué criterios y qué intereses se hace esto? Cuándo alguien dice que quiere agradar a Dios- ¿a quién quiere agradar en realidad?¿quién se beneficia con la devoción a determinada interpretación de la voluntad divina?
¿Acaso es posible conocer la voluntad divina? Aún si como en el caso de Eutifrón, alguien realmente de “buena fe” cree saber la voluntad divina ¿por qué está tan seguro de que su interpretación es correcta?¿en qué basa su certeza?¿y si no está seguro por qué acusaría a otros de no cumplir la voluntad divina?
Estos dilemas siguen causando dolor y muertes hasta el día de hoy- por lo que Platón sigue tan actual hoy como hace 2400 años.
[1] TUCÍDIDES, ob.cit., Libro VII pp. 168 -169