Moritz Hauptmann (1792-1868) fue un compositor, violinista y teórico musical alemán. Su interpretación de la oposición mayor-menor, influenciada por la dialéctica hegeliana, impulsó la teoría del dualismo armónico.

En 1812 Moritz Hauptmann fue aceptado como violinista en la orquesta de la corte de Dresden, donde permaneció hasta 1815. Más tarde se fue a Rusia, donde dio principalmente clases particulares de música. A principios de la década de 1820, Hauptmann regresó a Alemania y se convirtió en violinista de la Capilla de la Corte de Kassel. En 1842, por recomendación de Felix Mendelssohn (1809-1847), Hauptmann se convirtió en director musical de Leipzig. Ocupó este puesto hasta su muerte. En 1843 asumió también el cargo de profesor de teoría musical en el Conservatorio de Leipzig. Junto con Otto Jahn, fundó en 1850 la Sociedad Bach, de la que fue el primer presidente. Ha editado los tres primeros volúmenes de la Edición Completa de Bach.

Las composiciones de Hauptmann incluyen tanto obras sacras como profanas. Creó principalmente obras corales y canciones. Gozó de una excelente reputación como teórico y educador musical, especialmente en la segunda mitad del siglo XIX. Sus escritos teórico-musicales causaron un gran revuelo en la época.

Obra principal: "La naturaleza de la armonía y la métrica: sobre la teoría de la música" (1853)

(Fuente: Wikipedia)

"Hay un poder mágico en el ritmo de la música del que podemos escapar tan poco que a menudo, sin darnos cuenta, marcamos el ritmo mientras escuchamos la música.

Esta recurrencia de periodos de tiempo iguales según una regla determinada no es algo que pertenezca objetivamente a los tonos y a su duración. El tono como tal y el tiempo son indiferentes a que se los dividida y repita de esta manera regular. El ritmo aparece, por lo tanto, como algo puramente hecho por el sujeto, y por eso también sentimos inmediatamente la certeza al escuchar el ritmo, de que en esta regulación del tiempo sólo tenemos algo subjetivo, a saber, la base de la pura mismidad consigo mismo, que el sujeto tiene como mismidad y unidad consigo mismo y cuya recurrencia tiene conlleva toda la diversidad y variedad más variopinta.

De este modo, el ritmo suena en lo más profundo del alma y nos atrapa por esta (nuestra) propia subjetividad, que al principio es abstractamente idéntica a sí misma.

Desde este punto de vista, no es el contenido espiritual, no es el alma concreta de la sensación lo que nos habla en los tonos; ni es el tono como tono lo que nos conmueve en lo más íntimo; sino que es esta unidad abstracta, puesta en el tiempo por el sujeto, la que resuena con la misma unidad del sujeto."

Hegel, “Lecciones de Estética III”